Los parques nacionales como lugares de encuentro personal y colectivo

No sé si alguna vez os habéis parado a pensar que en un determinado momento de la historia alguien tuvo que tener la idea de proteger determinados espacios naturales, creando legalmente una figura administrativa de protección que diera lugar a lo que hoy conocemos como parques nacionales. Sin duda, podría decirse que fruto de aquellas reflexiones, hoy día contamos en Galicia con el mayor parque nacional marino de España, el Parque Nacional Marítimo-Terrestre das Illas Atlánticas de Galicia.

Fue a mediados del S. XIX, cuando el artista norteamericano George Catlin (1796-1872), después de realizar varios viajes entre los pueblos nativos de Norteamérica, Centroamérica y Sudamérica, propone una solución novedosa para enfrentarse a una nueva realidad, en la que la revolución industrial estaba modificando la forma en que la humanidad se adaptaba al mundo que le rodeaba. Catling sugiere que la vida salvaje y la cultura indígenas se encontraban en peligro, considerando que “tan solo podrán ser preservadas si se crea una política de especial protección por parte del gobierno federal”. En conexión con esta línea de pensamiento, el magnate y conservacionista Stepehn Mather, promueve junto con el periodista Robert Sterling, una campaña para apoyar las cualidades históricas y escénicas de estos parques, así como sus posibilidades como lugares de recreo y educación. Dicha campaña desembocó en el año 1916 en la creación del Servicio de Parques Nacionales de los Estados Unidos, dónde se estableció como mandato de la agencia “el conservar los espacios naturales e históricos y los objetos que en ellos se encuentren, además de proteger estos lugares de tal manera que puedan ser preservados para el disfrute de las generaciones futuras”.

En un contexto europeo, España ha sido pionera en políticas de conservación, aprobando la primera Ley de Parques Nacionales el 8 de diciembre de 1916, la cual recogía el concepto estético y paisajístico de parque nacional, bajo el que se declararon en 1918, los dos primeros parques nacionales españoles, el de la Montaña de Covadonga y el de Ordesa. A lo largo del S. XX, los parques nacionales no sólo han crecido en número y extenxión, sino que los modelos de gestión han ido evolucionando para favorecer la conservación de estos espacios, teniendo siempre como objetivo prioritario el uso y disfrute público, y la mejora del conocimiento científico de sus valores naturales y culturales. En esta línea, basándose en el acervo de experiencia y conocimiento acumulado, en España se ha implantado un modelo pionero de gestión, adaptado a su modelo político y administrativo, donde la gestión directa de cada parque se encuentra a cargo de las comunidades autónomas, mientras que la gestión de la red de parques y su coordinación depende de la administración general del estado. Este nuevo modelo, que también refuerza los mecanismos para una mayor participación de todas las partes interesadas, se ha consagrado en la Ley 30/2014 de Parques Nacionales.

En el caso de Galicia, el Parque Nacional Marítimo-Terrestre Illas Atlánticas tiene su origen en el año 2002 cuando las Cortes nacionales, a propuesta del Parlamento Gallego, otorga a las Islas Atlánticas la categoría de Parque Nacional, con el objetivo de entre otros aspectos “proteger la integridad de sus ecosistemas y asegurar la protección, recuperación, fomento y difusión de sus valores medioambientales”. Formado por cuatro archipiélagos y sus aguas circundantes este parque nacional puede considerarse una de las mejores representaciones de los ecosistemas ligados al Océano Atlántico. Aunque en su parte terrestre encontramos ecosistemas de gran valor, es su parte marina, la cual representa el 86% del territorio del Parque, la que alberga un ecosistema marino único en el mundo, con una biodiversidad poco equiparable a otras regiones del planeta. Sin duda, la productividad de sus aguas explica que durante siglos los productos del mar hayan sido el sustento de una importante actividad pesquera en esta región, donde la cultura marinera ha marcado nuestra manera de hablar, nuestros cantos populares, nuestras gastronomía o todos aquellos aspectos culturales que nos definen como pueblo.

Sin embargo, la creación del Parque Nacional Marítimo-Terrestre Illas Atlánticas de Galicia también ha servido para poner esta región en el mapa turístico nacianal y extranjero, atrayendo a lo largo de los años a un número creciente de visitantes, lo que ha dado lugar a que se planteen multitud de debates entre los distintos agentes sociales que operan en este territorio; algunos sugieren que la balanza debería inclinarse hacia la conservación, mientras que otros intentan proteger sus intereses económicos. Como en todo gran acuerdo, se deberá alcanzar un punto medio, pero para ello no deberíamos olvidarnos, como destacaba el ex-director del Servicio de Parques Nacionales de la Estados Unidos, Newton B. Drury, que los parque nacionales se mantienen no solo para preservar paisajes pintorescos y lugares históricos, sino que poseen un valor único por “ocuparse de la mente y el espíritu de las personas”, y por tanto es obligación de todos conservarlos para el disfrute de las generaciones futuras.