Un turismo nuevo que nos ayude a proteger nuestro patrimonio

Desde hace años muchas son las voces que consideran que el turismo está cambiando, que las personas que deciden visitar un lugar buscan algo más que achicharrarse al sol y luchar para poner una sombrilla en la playa. Esto significa que algunas ofertas turísticas del litoral español son obsoletas y propensas a potenciar un turismo de mala calidad. Si este hecho es cierto, Galicia se encuentra en un puesto destacado en la parrilla de salida de la nueva carrera turística, y es por tanto nuestra obligación preservar y cuidar un patrimonio natural que puede ser el sustento de multitud de familias.

Yo soy científica marina y no soy experta en turismo pero he podido corroborar que los lugares más destacados para visitar la naturaleza son aquellos en los que se ha restringido su acceso, primando la conservación. Un gran ejemplo lo he podido ver en Nueva Zelanda, dónde un turismo de calidad y respetuoso con el medio ambiente ha fomentado en los visitantes un sentimiento de privilegio por poder poner sus pies en uno de los lugares más espectaculares del planeta, y les ha hecho partícipes de la inmensidad de la naturaleza, provocando en ellos un sentimiento de gratitud por haber vivido durante unos días en un lugar próximo al paraíso. Lejos de ser una traba para el negocio turístico, el control de acceso y los precios han creado una red de empresas selectivas y respetuosas con el medio ambiente a lo largo de todo el país, recibiendo un total de 960 000 visitantes al año lo que supone unos ingresos de 10 000 millones de dólares anuales.

Un gran ejemplo en Galicia de cómo una restricción en el acceso puede convertir un espacio natural en un lugar foco de atención mundial son las Islas Cíes.  Para aquellos que no las conozcáis, estas islas pertenecen al Parque Nacional Marítimo Terrestre de las Islas Atlánticas de Galicia, que con sus más de 8.480 Hectáreas de superficie protegida se ha convertido desde su creación en el año 2002 en el mayor parque nacional marino de España. Uno de los motivos principales de creación de este parque ha sido el proteger su flora y su fauna marina, así como el patrimonio inmaterial que se ha desarrollado en torno al mar. ¡Ni más, ni menos!  A pesar de ello, el eslogan más empleado hasta la fecha ha sido: ven a visitar la playa más bonita del mundo. Sin duda como eslogan es bueno, y es indiscutible que ha conseguido incrementar el número de visitantes; sin embargo, a veces me pregunto cuántos de esos visitantes cargados con sus neveras de playa son conscientes de que se encuentran en un lugar especial, que deber ser conservado y respetado por ser uno de esos pocos espacios naturales que no han sido en gran medida alterados por la mano del hombre. Supongo que este debate ya existe, pero no sé muy bien a qué niveles. Las administraciones públicas tendrían que liderar el modelo turístico que queremos para Galicia y tener en cuenta que a veces el pan para hoy es hambre para mañana. Deberíamos proponer un turismo de calidad donde las personas que nos visitan sean conscientes de que se encuentran en un lugar único en el mundo con un ecosistema marino que podría equipararse a un tesoro que ha sido abandonado en este paralelo para que nosotros lo cuidemos y con cariño lo enseñemos a quién quiera apreciarlo. Y aquí tenemos un papel fundamental los científicos marinos que podemos contribuir con nuestro conocimiento a transmitir la idea de que la conservación del medio natural es fundamental para nuestra supervivencia.

A veces nos creemos superhéroes que no formamos parte del planeta pero quizás en un breve intervalo de tiempo el cambio del clima nos deje de dar la razón. Por eso debemos afrontar el reto de proteger lo que tenemos, lo poco que nos queda ya. Solo de este modo podremos dejar un poco de esperanza a las generaciones futuras, y mientras tanto generar una riqueza en el territorio que esté basada en el respeto a un entorno natural que no solo es de unos pocos, sino que nos pertenece a todos.